viernes, 12 de marzo de 2010

Una batalla más.



Un café cargado me alienta esta mañana, al mirarme al espejo me doy cuenta de las dimensiones de las ojeras ondas que definen mi rostro entre aletargado y cansado, desganada me cepillo los dientes, aún tengo sueño, mi noche fue perturbadora, larga y reflexiva, concilie el sueño hace apenas dos horas, y yo, sigo inestable.

Y es que anoche se armó en grande el debate, gritonerias, arranques dramáticos de mis emociones expresándose abiertamente, no pude hacer mucho, me limite a dejarlos fluir, los escuchaba, sólo que poco comprendía.

La soledad se veía furiosa sin embargo dialogaba sensata, argumentaba a la tristeza que el mundo la tiene en conceptos erróneos, frases armadas “La soledad me mata” “Me aterra la soledad”, canciones e historias que hablan de abandono, que trae consigo despojo, desprendimiento del ser amado, de ahí el aislamiento, con ello la angustia y con la angustia pena profunda, ¡Soy más que eso! Soy el paso para descubrir quien eres, que quieres, a donde vas, autoconocimiento para que no culpes a otros de tus fracasos y errores. Soledad no implica perdida de fuerza ni tampoco evita el aferrarte al mundo, a las personas o a las cosas, actividades que forjan un individuo que están en contacto consigo. Cuando te embarga soledad antes de sentirte desvalido, te doy armas para hacerte impenetrable, te doy la oportunidad de no vivir en función de otro sino de ti, sólo de ti.

Llorosa, la tristeza poco podía comprender de las palabras de la soledad, únicamente miraba el suelo y recordaba viejos tiempos que enaltecían su pasado. La angustia por su parte imaginaba una tras otra las escenas de la novela, donde el protagonista era ése, mi flamante príncipe azul, sólo que ahora la fémina colgando de sus labios robándole el ser, no era yo. El odio desbordaba bilis, gemía entre rabietas al sentirse suplantado, gritaba con fuerza maldiciones a ese ser que juró amarme por siempre, solo y resentido por el desden que ocasiono su desgarro.

Inmóvil asimilaba argumentos que iban y venían en mi habitación, ensimismada, llena de letargo sólo me senté a mirar ese desfile interminable de reacciones encontradas ocasionadas por ese tan mencionado amor, del que todos hablan y presumen conocer, otros tantos lo ignoran, pero si bien es cierto que no es un sentimiento fácil para nadie sea cual fuere el grado de madurez alcanzado.

La prudencia pidiendo la palabra expresaba desenvuelta, que no era conveniente odiar, mucho menos guardar rencor, ya que la vida misma se encarga de condenar a quien lo merece, odiar a quien amaste habla muy mal de ti, demuestra rabia e inestabilidad, ¿Por qué no sólo recordar con cariño los sublimes momentos que grabaron con fuego y dejar en libertad a tu Romeo? ¡Ya te imaginarás al odio como reacciono!

La irá de igual manera rechinaba los dientes al escuchar estas y otras palabras de compasión y buenos deseos, contradecía y recordaba aquellos insoportables momentos de dolor, gritos y discusiones, gruñía para sus adentros repitiendo una y otra vez “¡Maldito bastardo, hijo de puta!”.

La culpa deba vueltas observando el drama, reprochándome una y otra vez, no haber estado cuando el me requería, no haber respetado sus reglas, haberle mentido, me recriminaba acciones viejísimas, me atormentaba al no creerme idónea. Para ser honesta a la culpa no le preste atención pues siempre he pensado que no sirve para nada en lo absoluto. Difusa, sigo sabiendo que mi situación no es el fin del mundo, que sólo es tediosa, se trata de un proceso de olvido, de sanación, no sé en cuanto tiempo, ni cómo, sólo me aliento para sonreír esta mañana, caminar a mi destino, y sentirme feliz por que puedo comer, ver a mi madre, apreciar la belleza de los días, sólo porque transcurren dejándome algo nuevo, sonrío, por esas cosas tan sencillas que le dan la esencia al ser.






Por: Revolver

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡leccion de vida!

y estoy contigo la soledad es una amiga que nos escucha con atencion en momentos en los que piensas que todo esta en penumbra.

israel